Hace ya casi un mes que regresé de mi viaje de 4 semanas por Europa – y pensé que en vez de sumergiros con una serie de posts de viaje, dejaría el último para finales de agosto. Cinque Terre fue nuestra ultima parada – Haleigh y yo saltamos en el tren en Roma y optamos por quedarnos en La Spezia, a poco tiempo caminando del tren y que nos llevaba a cada uno de los 5 pueblos de pescadores de Cinque Terre. Había soñado con descubrir ese rincón de Italia desde hace un rato ya – las casas de colores amontonadas al borde del acantilado que domina el mar – es maravillosamente pintoresco. Caminamos un montón, esperamos trenes un montón, comimos un montón – pero sobre todo, exploramos cuanto pudimos. Ahora bien, nos llovió un día o dos mientras estábamos ahí y nos rebajó un poco los ánimos, pero entre llovizna y llovizna pasamos grandes momentos. Como caminar en la oscuridad total por 1 km a través de un túnel de tren abandonado, para acceder a una playa secreta donde nadamos y miramos una tormenta formarse. Los sándwiches de foccacia que nos devoramos en la playa, los divertidos extraños con los cuales hablamos en el camino, los momentos de victoria cuando encontramos tumbonas libres en la playa (verdadera proeza, las playas desbordaban de gente!) Y en nuestra última tarde ahí, nos trepamos hasta arriba del Riomaggiore y miramos el sol derretirse sobre el pueblo y desaparecer en el mar. Era hermoso. Y ahora, mirando estas fotos, estoy llena de recuerdos geniales de este verano – y sintiéndome afortunada de haber podido echarle un ojo a la vida de verdad por 4 semanas seguidas y hacer algo que siempre había querido hacer con una de mis mas queridas amigas. Gracias a mis ahorros, con algo de suerte, podré escaparme del invierno europeo e irme a vivir otra aventura pronto!